La magía de lo invisible –El barrio-
Crónicas chilangas.
Andaba por la calle, y vi a un joven como de unos 25 años
con un aspecto muy parecido a los que andan de reggeatoneros, con una gorra,
tatuajes y peinado que tenia una parte rapada de su cabello tipo Mohicano,
andaba en silla de ruedas pues tenia un problema en sus piernas, las tenía muy
cortas y no las podía mover.
Yo lo pase y me seguí de largo, cruce la avenida y le hice
la parada al pesero, cuando vi aquel joven
estaba detrás de mi con la intención de abordar el pesero, inmediatamente le
ofreci mi ayuda aunque un poco torpe yo, pero
finalmente el con mucha agilidad y rapidez de un movimiento se bajo de
su silla y la doblo para poder subirla al pesero y subio por la puerta trasera
del pesero , yo le subi la silla y otros que estaban dentro del pesero
terminaron de ayudar hasta que el encontró
un lugar donde sentarse, luego me dio 5 pesos para pagar yo dude un
instante y pensaba invitarle el pasaje, pero como que preferí no hacerlo
pensando en que, a él le había visto mucha dignidad y coraje, y quizá no era lo
apropiado, entonces fui a pagar y el chofer me dijo que dé él no era nada y
solo a mí me cobro, me regrese y le devolví su dinero y me sente junto a él, era
una persona que me había impresionado,
al ver la soltura y la determinación con que se había subido al pesero ese solo
acto me había dado mucho de que pensar.
Quise decirle algo, hacerle la plática, y no me atreví pues
pensé que lo que dijera sonaría falso o superficial en ese momento y así
anduvimos.
De pronto subió al
pesero una señora con un disfraz de payaso y se colocó a lado de nosotros, y
comento para sí misma en voz alta, ¿Todavía no se sube mi chalan? A lo que el
muchacho con el cual yo iba sentado, tuvo una sonrisa por el comentario,
después la mujer vestida de payaso empezó a hacer globoflexia , una figura de
perro hacia con su globo, y entro el otro muchacho también vestido de payaso y
comenzó la función.
Y mientras desarrollaban el acto repartían los perritos de
globo que iban haciendo a ciertas personas, y su acto tenía que ver con hacer
bromas respecto de vivir en una situación de pobreza.
El joven payaso decía, -Yo vengo de una familia muy acomodada- y la payasa le decía –ha de vivir
muy bien tu familia- ni tanto respondia el payaso , pues somos tantos que tenemos que acomodarnos 10 en una cama- (Risas)
luego el hablaba de las profesiones o situaciones en las que
vivian sus hermanos, decía, uno de ellos esta tres metros bajo tierra, ella le
decía ¿Esta muerto? No, respondia es que trabaja de vendedor en el metro
–Risas-
El decía estoy orgulloso pues tengo un hermano que es
ratero, y ella decía, vergüenza te debería de dar, el le respondía no es que
vende ratas en la lagunilla –Risas-
Tengo otro hermano que siempre esta en la luna , ha de ser
astronauta r aseguraba ella. No, lo
que pasa es que es bien mariguano
respondia e,l –Risas-
Y así fueron sucediendo los chistes y de pronto, al joven
que estaba sentado a mi lado le dio uno de sus perritos de globo, y cuando hubo
terminado su acto paso a cada lugar y
pidió una cooperación voluntaria, y algunos de los que les había repartido el
famoso globito del perro, le daban un dinero y los que no lo devolvían, cuando
paso con el joven del que hablo, el les iba a devolver el perrito, y la chava
le dijo que se lo quedara que no era nada, el con una sonrisa muy especial se
lo quedo.
Yo reflexione que aunque era un acto muy bonito que ella le regalara algo así , era un acto
aún mas bello que el lo aceptara con esa alegría, pues finalmente eso en sus manos le iba a resultar
una dificultad para desplazarse o simplemente bajarse del pesero.
Despues le vi la intención al joven de bajarse y me ofreci a ayudarle y el sonriendo
acepto, pero justo en el momento en que se iba a bajar, un hombre como de 50
años con un rostro que mostraba un carácter, por la vida que habia llevado
(Como de los rostros que busco Vangho un tiempo en su vida para retratar) le
dijo al joven, ¿Te ayudo Barrio? Y tomo la silla y se la bajo, yo le pedí el
globo en forma de perrito que tenía en sus manos para que se le facilitara la
bajada, el me lo dio, y cuando se acomodó en su silla, se lo devolví y lo tomo
contento y se perdió entre la gente.
Yo también me tuve que bajar pues hasta ahí llego el pesero.
Y es que en el famoso
barrio de Tepito habia cerrado la circulación de los autos a la altura de
avenida del trabajo, y a partir de ahí era un colosal escenario de vendedores
ambulantes y mamas y papas comprando algunos acompañados de sus propios hijos,
había tanta gente que ni se podía caminar bien, aun cuando el eje es demasiado
ancho.
La experiencia pasada del muchacho y del entorno, junto con
una lectura que estoy haciendo de Carlos Lekernsdorf sobre los Tojolobales (El libro se llama -Los hombres verdaderos-), de
pronto me abrieron una puerta hacia otra dimensión de la vida, y a cada paso
que daba entre esa multitud, pude ver y sentir la fuerza y el espíritu de los
ahí reunidos, unos vendiendo otros comprando, era un espectáculo que te llevaba
a la conmoción,
La calle era nuestra, y nuestros los sueños de ser y vivir,
en un espacio inmenso , había un espíritu , una fuerza, que aún atravesada por
la modernidad con todas sus consecuencias, ahí se podía también vivir eso que a primera
vista es invisible, pero una vez
identificado, lo vez flotando en el aire, algo muy profundo como llamarlo, como
nombrarlo, por el momento lo llamare, -la armonía del caos-